Está a nuestro alrededor, nos acompaña desde nuestra infancia, está en nuestros productos y en nuestros platos. Chrystel Lacz, científica agrícola, nos habla de las plantas con sus propias palabras. Y activos naturales excepcionales.
Al igual que los Jackson, la familia de las Zingiber nunca deja de producir estrellas. Prima del querido jengibre, la galanga sabe destacar entre los de su familia y seguro que se convierte rápidamente en tu favorita. Desde su sabor hasta sus beneficios para la salud, tiene algunas ventajas importantes que expongo a continuación.
La primera vez que me sorprendió estaba de viaje en Indonesia. Orgullosa de mí misma, mientras tomaba mi primer sorbo de zumo por la mañana, dije: «¡oh, lleva jengibre!». Pero me equivoqué: era galanga. Desde entonces, su sabor es inconfundible: un golpe ligeramente dulce, ligeramente alimonado, antes de revelar toda su potencia, su ligero picor y su regusto a pimienta. No en vano, la galanga se encuentra en muchas recetas del sudeste asiático, desde la sopa tom kha gai en Tailandia hasta las croquetas de pescado camboyanas y el jamu, la bebida indonesia que te despierta mejor que un café.
En Europa, está extrañamente olvidada desde el siglo XVIII. Antes era un producto muy apreciado en la cocina medieval. Ha conseguido llegar a nuestros platos gracias a los notables viajes de las caravanas árabes. Utilizada desde los orígenes de la medicina naturista y, más al este, en la medicina ayurvédica, se le atribuyen numerosos beneficios para la salud. Con propiedades contra las náuseas, digestivas, para reducir el colesterol, antiespasmódicas y tónicas, se consume en infusión con su rizoma remojado en agua caliente, cocido en caldos o adobos, o rallado directamente en los platos.
En Klorane, es gracias a su notable poder antifúngico por la que la hemos sacado de los grimorios. En nuestro polvo exfoliante y champú anticaspa, la galanga ataca la Malassezia, un hongo que provoca la caspa. Los resultados la convierten en la mejor de su especie: un cuero cabelludo sano y reequilibrado, ¡todo gracias a una pequeña raíz procedente de Indonesia! Ese es el poder de las plantas.
